El siguiente es un testimonio de Ana Perdomo (México), quien hace algunos meses sirvió como misionera voluntaria en el Proyecto Timoteo y Encuentro. Dios sigue llamando y usando las vidas de jóvenes dispuestos a escuchar y obedecer:
Durante mi primer semana en Guatemala serví como traductora para un grupo de la Iglesia del Nazareno de Valparaiso, Indiana. Tuvimos la oportunidad de trabajar en la Iglesia La Florida, atendiendo a 55 niños en la Escuelita Bíblica y pintando el templo con el pastor Juan y Selena, la líder de jóvenes. El último día nos llevaron a una Escuela donde el plan original era trabajar y convivir con adolescentes. Pero cuando llegó el momento aparecieron más de 150 niños y nosotros éramos solo 22 personas, sin micrófono, al aire libre y solo uno de los chicos de Indiana hablaba español. Dios sin duda nos dio la fortaleza. Aprendí mucho y además quedé sorprendida del amor, humildad y sensibilidad de los chicos de Estados Unidos, jóvenes de entre 13 y 15 años que amaban a la gente, y que siempre estaban con una sonrisa y dispuestos a hacer lo que se necesitara.
Llegó la segunda semana y serví junto con el grupo de Kailua, Hawai. Sin duda Dios tenía planeado el equipo tan diverso que formaríamos: una misionera salvadoreña, una guatemalteca, una mexicana y los 9 hawaianos. Trabajamos en el Centro Familiar de Adoración (CEFA) con la pastora Carolina, una admirable sierva de Dios que hace apenas dos meses le habían asesinado a su segundo hijo. Nos compartía cómo Dios había estado con ella en estos momentos difíciles. Ella es una guerrera y una mujer de fe, muy respetada por todo su vecindario.

La iglesia estaba en una de las zonas más peligrosas en toda Guatemala. Los policías a veces nos acompañaban en las actividades que teníamos en la calle con los vecinos. Cada día teníamos la oportunidad de construir fuertes relaciones y amistades con los niños, jóvenes y familias de la colonia. Llevamos a cabo la Escuela Bíblica y realizamos una brigada médica. Era una conexión tan grande la que tuvimos que fue muy difícil decir adiós al finalizar esa semana.
No hay palabras para describir cuan agradecida, bendecida y ministrada fui durante estas dos semanas donde estuve mal de salud, tuve fiebre, infección de garganta, tos, y una infección molar que decidió justo aparecer en esas semanas. Además el último día de Encuentro recibí desde México una llamada donde me decían que mi perrita, quién llevaba 14 años conmigo, había muerto. Sé que Mateo 16:24 (“tomar nuestra cruz y seguirle”) no es solo algo que está escrito en la Biblia. Dios necesita que tú creas y des todo lo que está en ti. El resto, Él lo hará, en Su tiempo, y no en el tuyo.
El plan original era ir a servir y hablar de Dios, pero sé que recibí más de lo que di. También mi concepto de ser “pastor” cambió radicalmente. El haber tenido la oportunidad de convivir con pastores juveniles las dos semanas, me ayudó a ver las cosas de manera diferente. Ya no tengo miedo de aceptar ese llamado. Sí, quiero ser misionera, pero también quiero ser pastora.
Cuando tienes un llamado, tal vez te sientes que no estás preparado para enfrentarlo o vivirlo, y quizá se vuelve más complicado al ver las dificultades que llegan a tu vida con la familia, amigos, trabajo, e incluso con tus propios pensamientos. Pero si Dios te está llamando, Él tiene sus estrategias y hará que todo funcione de acuerdo con su propósito.
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