Por Scott Armstrong
Abril 2017 no ha sido el mejor de los meses para United Airlines. Tal vez ustedes han escuchado acerca del pasajero David Dao quien fue arrastrado violentamente por el pasillo de un avión por un elemento de seguridad, después de negarse a dejar su asiento el 9 de abril, 2017 (ahora él ha llegado a un acuerdo con la línea aérea). El video nos dejó a todos horrorizados y United recibió mala prensa después de la desagradable experiencia.
Soy un viajero frecuente en United Airlines y hoy recibí un correo de Oscar Muñoz, su CEO (por cierto, no sabía que éramos amigos tan cercanos). Él ofreció disculpas por el notable incidente y también declaró “las acciones significativas hablarán más alto que las palabras.”
Sé que firmas y abogados de relaciones públicas están involucrados en la construcción de estas disculpas, así que no soy suficientemente ingenuo como para pensar que este es nuestro amigo Oscar compartiendo su corazón en la computadora, a altas horas de la noche. Sin embargo, en mi opinión, toda la carta está excelentemente escrita. No ofrece excusas y detalla nuevas políticas que se han adoptado para asegurar que el servicio al cliente es la prioridad más alta.
En un momento dado, Muñoz declara:
“Durante las semanas pasadas, hemos estado trabajando con urgencia para responder dos preguntas: ¿Cómo sucedió esto, y cómo podemos hacer lo mejor para asegurar que esto no vuelva a ocurrir nunca? Sucedió porque nuestras políticas corporativas fueron puestos por encima de nuestros valores compartidos. Nuestros procedimientos se interpusieron en medio de lo que nuestros empleados saben que es correcto.”
Esos dos últimos enunciados están haciendo eco en mi cerebro. ¿Los captaron?
Las políticas fueron puestas por encima de los valores.
Los procedimientos fueron más importantes que “lo que es correcto.”
Yo vuelo en United, pero mi preocupación por el servicio al cliente de la aerolínea es mínima en comparación con nuestra misión como Iglesia de hacer discípulos a la semejanza de Cristo en las naciones. ¿Entonces por qué estoy escribiendo sobre esto?
Yo creo que la forma en que United está manejando esto tiene mucho para decir a la Iglesia. Espero que nosotros como ministros del evangelio descubramos lo que ellos encontraron después de mucha introspección, comunicación y tensión – antes, en lugar de más tarde.
Es que en nuestros peores momentos como Iglesia, hemos permitido lentamente que las políticas reemplacen nuestros valores. Los procedimientos que originalmente fueron colocados para servir a “lo que es correcto,” gradualmente se convirtieron en dueños de esclavos que provocaron que prioridades esenciales como la misión o el carácter se sometieran bajo una tortura de una adherencia dogmática a las reglas.
Decimos que valoramos la gracia, pero los recién llegados tienen que saltar a través de muchos aros moralistas antes de probar que merecen servir o liderar.
Decimos que valoramos la santidad, pero guardamos rencor y cada reunión de junta es una lucha de poder pasiva-agresiva.
Decimos que valoramos la niñez, pero veamos qué sucede cuando los niños del vecindario ensucien la alfombra y hablen durante todo el servicio.
Decimos que valoramos la misión, pero casi siempre esperamos que “ellos” vengan a “nosotros” en lugar de hacerlo al revés.
¿Necesito continuar?
Que no suceda un fiasco del nivel de United Airlines para que como Iglesia nos comprometamos a una evaluación introspectiva de nuestras prácticas. Dolerá. Por momentos no nos gustará lo que veamos.
Pero es necesario. De hecho, es bíblico. Jesús habla de este proceso en términos de podar y producir fruto:
“Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?
Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.” (Lucas 13:6-9)
Debemos evaluar nuestra efectividad preguntando: ¿Estamos dando fruto como congregación? Para parafrasear a Oscar Muñoz: ¿cómo podemos hacer lo mejor para asegurar que, cualquier acción que no refleja la imagen y la voluntad de Cristo para nosotros, no vuelva a ocurrir nunca?
¡Esta autoevaluación valdrá la pena! Empezaremos a ver nuevamente a nuestra comunidad como Jesús la ve. Seremos conocidos nuevamente por la forma en que servimos y nos amamos el uno al otro. Llegaremos al punto de reconocer que las acciones significativas hablan mucho más alto que las palabras.
En ese momento, nuestros valores dictarán nuestras políticas, y no viceversa.
Eso, mis amigos, es una Iglesia de la que quiero ser parte.
Eso es un vistazo del reino.
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