Sal de la Tierra

Por Charles W. Christian

“Ustedes son la sal de la tierra. Pero, si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor?” — Mateo 5:13  

Hoy en día la sal, de alguna manera, tiene mala fama. Puede causar alta presión arterial y problemas del corazón cuando es consumida en exceso. Parte de la razón por la cual la sal tiene esta reputación es porque es muy accesible. Pero, por supuesto, éste no siempre ha sido el caso. En la antigüedad, la sal era relativamente escasa. La sal que podía ser utilizada para consumo era todavía más escasa.

En la antigüedad, la sal podía ser un método de pago y, hasta la invención de las latas y la refrigeración, la sal fue la principal manera en la cual la comida era preservada para su almacenamiento. Mientras que el consumo excesivo de sal puede tener efectos nocivos para la salud, la sal es un mineral esencial para la vida humana.

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Jesús llama a sus seguidores “la sal de la tierra.”

Esto significa que somos los agentes de Dios para el cuidado y la salud de este mundo. ¡Esto es un gran llamado! Realmente Dios desea usarnos para evitar que el mundo se corrompa. Somos agentes que previenen la decadencia de nuestro mundo, a través de compartir las buenas nuevas del amor y la gracia de Dios. Cuando elegimos no participar en la agenda de Dios para nosotros y para nuestro mundo, nosostros “perdemos nuestro sabor” y de hecho, podemos convertirnos en parte del problema.

Como nazarenos, definimos santidad como una experiencia individual y como una experiencia continua de participar con todo el pueblo de Dios en la expansión de la voluntad de Dios en el mundo. En otras palabras, la santidad posee componentes tanto individuales como sociales.

Individualmente, somos transformados por Dios para que juntos seamos “la sal de la tierra.”

Que, dirigidos por el Espíritu Santo, esta semana y siempre busquemos maneras de ser agentes del amor transformador de Dios en el mundo.

Oración:

Señor, somos tuyos. Mientras nos rendimos a ti, muévenos de la oscuridad a la luz. Al hacerlo, que seamos instrumentos de tu paz, amor y cuidado en el mundo para que otros sean preparados para recibir tu Espíritu Santo y caminar con nosotros en la gloria eterna de tu presencia a través de Cristo nuestro Señor, amén.

*Charles W. Christian el jefe de redacción de Holiness Today.

Este artículo fue publicado originalmente en Holiness Today.

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