Muéstrame tus Manos

Por Leonard Sweet
(European Nazarene College, 18 de enero, 2011)

Le estaba leyendo Salmo 51:10 a mi madre cuando murió: Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. 

La clave que lleva a la santidad es tener un corazón limpio.  Entonces dame una imagen de un corazón limpio. ¿Qué es lo que lo acompaña? La única persona santa que ha vivido es Jesús.  Santidad pura.

Lo que pasa aquí con Jesús es el Dios mismo que bajó a la tierra.  ¿Qué tanto bajó? ¿Qué tan abajo vino la Encarnación?  ¿En dónde nació Jesús? ¿En un palacio real? ¿En una cuna? ¿En dónde ocurrió el nacimiento? Ocurrió en un establo oloroso, donde lo primero que Jesús experimentó – ¿qué fue?  Piojos.  Esos pequeños animalitos que viven en la paja. Esos que muerden la carne.  Y el olor del estiércol y de los animales.

Pero Jesús en su Encarnación fue más allá, no solo llegó a lo más bajo de los humanos, sino que también hizo algo que ningún otro Rabino de la historia había hecho o permitido que sucediera.  De hecho, hizo algo que molestó a los mismos discípulos. ¿Qué tan abajo vino la Encarnación? Jesús fue el primer rabino de la historia en ¿qué? Lavarle los pies a sus discípulos.  Eso y más hizo Jesús.  ¡Continuó humillándose!

¡Y déjenme decirles hermanos y hermanas, que ninguno de ustedes puede lavar los pies de alguien sin ensuciarse y mojarse en el proceso!

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¡Esto es Santidad! ¿Quieres una imagen de lo que es la santidad? ¿Tienes un corazón limpio? Bien, esto es lo que acompaña a un corazón limpio – manos sucias.  ¿Tú me dices que tienes un corazón limpio? Yo te digo, muéstrame tus manos.

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Leonard Sweet

¿Tienes tus manos limpias? “Oh, la verdad no quiero ensuciarme.”  “Nosotros vivimos en el mundo, pero no somos de él.”  ¿Qué? ¿Entonces tus manos están demasiado limpias como para que las ensucies? Oh, claro, necesitamos rituales de limpieza todo el tiempo para poder estar limpios.  Pero todo el propósito de limpiarnos es para que nos volvamos a ensuciar…

…Mateo 25 nos dice cual será la respuesta en el juicio final: “Por cuanto lo hiciste a uno de estos mis pequeños…” En otras palabras, esta es la pregunta en el Día del Juicio: Muéstrame tus manos.  ¿Están limpias?  Ve a otro lugar.  Porque un corazón limpio implica tener manos sucias.  Esa es la imagen de la santidad.

 

 

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