Por: Scott Armstrong
Versículo Clave: “Como tú me enviaste al mundo, también yo los envío.” Juan 17:18
Antes de que Jesús fuera entregado para ser crucificado, pasó tiempo con sus discípulos en el aposento alto. Al terminar, hizo una de las oraciones más asombrosas jamás registrada (Juan 17). Jesús ora por sí mismo, por sus discípulos, ¡e incluso por ti y por mí! Una oración de unidad y protección, pero también de envío. Así como el Padre envió a su hijo, ahora Jesús nos envía. Después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, sabemos que, a través de su Espíritu Santo, SOMOS su plan para salvar al mundo. ¡Lo somos! Tú, yo y la Iglesia a través del tiempo somos su método de compartir amor con los quebrantados y heridos.
Santa Teresa de Ávila, dijo así en el siglo dieciséis: “Cristo no tiene cuerpo sino el tuyo. No tiene manos o pies en la tierra sino los tuyos. A través de tus ojos ve compasión en el mundo. Son tus pies con los cuales camina para hacer el bien. Con tus manos bendice al mundo. Son tus manos, tus pies, tus ojos, tú eres su cuerpo. Cristo no tiene cuerpo en la tierra sino el tuyo.”
Es un gran llamado, iglesia. Él nos envió. Vayamos ahora.
Oración: Señor, no soy digno de ser tu cuerpo, pero muévete en mí a través de tu Espíritu Santo para que mis familiares, vecinos y compañeros te conozcan. ¡Amén!
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