La Palabra, El Verbo y la Navidad

Por: Scott Armstrong

«El lugar de encuentro entre Dios y [la humanidad] es la carne de Cristo». –San Cirilo.

¡Ya casi llega la Navidad! Al intercambiar regalos, reconocemos y damos gracias por el regalo más grande jamás dado: Jesucristo enviado a la tierra hace dos milenios. Si bien los dos primeros capítulos de los evangelios de Mateo y Lucas se leerán e incluso se representarán en obras de teatro y servicios esta temporada, es Juan 1 lo que me llama la atención este año.

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (v 14).

El Verbo.

En griego, la palabra para «Verbo» es Logos. De esa raíz, obtenemos palabras como lógica, logaritmo y la última parte de palabras como teología: el estudio de Dios. De hecho, eso es lo que parece apuntar el escritor del evangelio: Jesús es lo que obtendrías si estudiaras a Dios y superaras la prueba. Se ven exactamente iguales. Toda la sabiduría, la actividad y el poder de Dios se han incorporado al Verbo. La mismísima divinidad de Dios se manifiesta en la persona de Jesucristo.

La traducción al inglés de Logos no es perfecta (en lugar de El Verbo, se traduce La Palabra) , pero nos señala parte de la realidad de la Encarnación. Pensamos en las palabras como grupos de letras en una página o como expresiones pronunciadas en voz alta miles de veces al día. Una palabra es la definición de mundano y ordinario; las palabras se desperdician y se sobre utilizan con demasiada frecuencia en el discurso actual. Entonces, referirse a Jesús como La Palabra parece contradictorio. ¡Él es la definición misma de EXTRA-ordinario!

¿Pero no es ese el punto? Cuando el Verbo se hace carne, somos testigos de lo extraordinario que invade lo ordinario. La eminencia se convierte en inminencia. El que es mucho más que nosotros llega a estar con nosotros.  El Dios de los cielos se estrella contra el escenario más común y menos impresionante que se pueda imaginar: Belén, 4 a. C. Una madre adolescente soltera da a luz a un bebé que llora en una cueva prestada. ¿Este es el Jesús a través de quien Dios pronunció las palabras (La Palabra) en la creación y transformó la nada en existencia? Parece que hubo un error.

Por eso me gusta aún más la traducción al español. En América Latina no vemos La Palabra cuando leemos Juan 1. Logos se traduce como El Verbo en las versiones más populares de la Biblia en español: “El Verbo se hizo carne.”

Identificar al Hijo de Dios con la palabra hablada de Dios es asombroso, pero no debemos olvidar que las palabras de Dios son siempre activas y creativas. No solo informan, sino que también forman y transforman. Cuando entendemos a Jesús como el Verbo, lo vemos actuando constantemente en nombre de su Padre. Toda la sabiduría y el poder de Dios fueron empaquetados en carne y huesos. Jesucristo es la acción redentora de Dios en forma humana. Y no actúa desde la distancia, sino entre nosotros.

Esas son buenas noticias que necesitamos escuchar esta temporada. Dios siempre está en acción. Y su Hijo, Jesús, es la personificación misma de la actuación de nuestro Dios amoroso en nuestro nombre.

El Verbo se hizo carne.

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