Por: Dr. Eddie Estep
Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos. Levítico 20:26
Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra. 2 Timoteo 2.21
Al principio del Antiguo Testamento, la comprensión predominante de la santidad es la de la separación: algo ha sido «apartado» para un uso especial, específicamente, para el uso de Dios. Se habla de objetos tales como tazones, lámparas y porta velas como «santos» porque han sido dedicados, apartados, para su uso en el servicio de Dios. Su uso está estrictamente limitado al Templo. Emplear estas herramientas e instrumentos de otra manera sería profanarlos.
Es importante señalar que esta separación no es por aislamiento, sino por trabajo. Una cosa es diferenciarse como la vajilla navideña especial de Diane, que se usa para un propósito específico pero se usa con poca frecuencia. Otra cosa es ser apartado como mi cepillo de dientes, que es usado para un propósito específico y (con suerte) con frecuencia. Apartados, en lo que respecta a la santidad, no significa que tengamos un estatus exaltado o un uso limitado. Más bien, apartados indica que se nos ha dado una misión especial: ser usados diariamente para los propósitos únicos de Dios.
No son solo objetos los que se separan en la Biblia. Los grupos de personas, así como los individuos, están separados. Éxodo 19:6 y 1 Pedro 2:9 se refieren a Israel como “una nación santa”, no en el sentido de que Israel es perfecto o sin pecado, sino en el sentido de que el llamado de Israel tiene un propósito específico en la tierra. Dios distingue y aparta a Israel de entre todas las demás naciones de la tierra para que sea su posesión especial. Son apartados, santificados, para ser luz de los gentiles.
El pueblo de Dios está apartado, no tanto para un estatus especial sino para un uso especial.
El entendimiento en el Nuevo Testamento de ser apartado continúa con este sentido básico, pero también enfatiza un componente moral de limpieza o pureza.
Para personas como tú y yo, que no podemos pasar nuestras vidas secuestradas en el santuario, ser “santo” significa algo más amplio que simplemente ser apartado. Significa que la gracia de Dios ha transformado nuestros corazones para que reflejemos el corazón de Cristo. Solo entonces podremos proclamar verdaderamente el Evangelio de Cristo. Nos convertimos en enviados del Rey, reflejando su corazón al proclamar el mensaje de Aquel a quien representamos.
Dios tiene una misión para Su pueblo santo. Está intentando reconciliar al mundo consigo mismo, y Su pueblo santo son sus embajadores de amor y gracia ante un mundo quebrantado. Como agentes de reconciliación, estamos apartados para decirle a un mundo que ha perdido el rumbo que Jesús ha venido y que trae Luz, Esperanza y Paz.
Es con este propósito que Dios nos ha apartado.
Purifica mi corazón
Déjame ser como el oro y la plata preciosa
purifica mi corazón
Déjame ser como el oro, oro puro
fuego refinador,
El único deseo de mi corazón
es ser santo
Apartado para ti, Señor
Elijo ser santo
Apartado para Ti, mi Maestro
Listo para hacer tu voluntad
Letra de “Purify My Heart,” de Brian Robert Doerksen
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