Diseñando Una Plantilla de Jesús Parte I

Por: Dr. Clark Armstrong

En los artículos anteriores que destacan el llamado pastoral y el ministerio estudiamos 17 pasajes del Nuevo Testamento en nuestro esfuerzo por comprender cuáles son las expectativas de Dios para un líder o pastor ordenado. Nuestra conclusión de la Palabra fue que Dios ha llamado al pastor a hacer cuatro cosas simples: orar, predicar, amar y liderar. Estas cuatro cosas constituyen la verdadera descripción del trabajo de un pastor. Más tarde ampliamos cuidadosamente en artículos separados lo que cada uno significa bíblicamente, aplicándolos a nuestros contextos del siglo XXI.

Al estudiar conceptos en educación, muchos expertos se refieren al “currículum en espiral”. Ese nombre hace referencia a la técnica de introducir elementos básicos del aprendizaje en etapas o grados iniciales, mientras se van presentando aspectos más difíciles que conducen eventualmente al dominio de un concepto. El plan de estudios en espiral ayuda a minimizar las lagunas en nuestra comprensión y a introducir mayores complejidades después de que ya se han aprendido las partes más simples del concepto.

En el campo de los ministerios pastorales, después de enseñar la idea de la descripción del trabajo del pastor, el siguiente paso debe ser sumergirse en las imágenes del pastor como profeta, sacerdote, pastor y rey. Hemos hecho todo eso y más en nuestros artículos anteriores, con la esperanza de mejorar la comprensión de lo que debe ser y hacer un pastor. El nivel de comprensión final (podríamos decir, «doctorado») agrega la idea de diseñar una plantilla de Jesús.

Este concepto parte de la convicción de que el Señor (Jesús) es nuestro pastor. Lo que sigue son preguntas esenciales: “¿Cómo, entonces, pastorea Jesús? ¿Cuál es su plantilla? Encontramos algunas respuestas en el Salmo 23 (de donde proviene esa frase), pero resulta aún más fructífero mirar la vida misma de Jesús para sacar conclusiones. Los tres elementos esenciales del ministerio de Jesús fueron resumidos en Mateo 4:23 (y repetidos en Mt. 9:35) que dice, “Jesús iba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando [predicando] las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo.” A esto podemos agregar otros dos componentes importantes a la plantilla de Su ministerio: kenosis o “vaciado de sí mismo” (Filipenses 2:5-8) y liderazgo de servicio (Marcos 10:43-45; Juan 13:1-17).

La predicación de Jesús se centró en tres cosas: el evangelio, el arrepentimiento y el reino. “Jesús comenzó a predicar: ‘Arrepentíos, porque el reino de los cielos está cerca’” (Mateo 4:17). Predicar el arrepentimiento es llamar deliberadamente a las personas a que se aparten de sus caminos pecaminosos y egoístas y entreguen sus vidas a Dios. Predicar el evangelio es predicar siempre el mensaje de la buena noticia y de la esperanza que nos trae Jesucristo. Incluso cuando se predica un mensaje de arrepentimiento, debe combinarse con el amor y la gracia de Dios.

Predicar el reino es predicar acerca del reino de Dios irrumpiendo sobre la humanidad en la tierra como lo es en el cielo. Solo tenemos registrados dos de los sermones de Jesús, y ambos son modelos superiores de predicación sobre el reino de Dios: el Sermón de la Montaña (Mateo 5-7) y el Sermón de la Llanura (Lucas 6:17-49). Ambos muestran que Jesús terminó sus sermones con un llamado a la acción para aplicar lo que se había escuchado.

En la siguiente entrada, y nuestro artículo final en la serie del ministerio pastoral, continuaremos nuestra mirada al modelo de pastoreo de Jesús y sus implicaciones para nosotros como pastores hoy.

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