Por: Rev. Scott Armstrong
Versículos Clave: “Desde entonces muchos de sus discípulos le volvieron la espalda y ya no andaban con él. Así que Jesús les preguntó a los doce: ¿También ustedes quieren marcharse?” – Juan 6:66-67 NVI.
Si Jesús estaba tratando de formar una mega-iglesia, iba bien encaminado. Más de 5000 habían ido a escuchar sus enseñanzas, y cuando tuvieron hambre, milagrosamente usó el almuerzo de un niño para alimentarlos a todos. La multitud lo persiguió a pie por todo el Mar de Galilea, ¡esa era su oportunidad! Las masas solo se multiplicarían de aquí en adelante, ¿verdad?
En esta etapa del evangelio de Juan, Jesús toma una decisión peculiar. En lugar de hacerle cosquillas en los oídos de la multitud con material «más esponjoso», elige ser muy controvertido. Usando la metáfora de la alimentación de los 5,000, comienza a referirse a sí mismo como el pan de vida que viene directamente del cielo. Incluso deja claro que sus verdaderos seguidores deben “comer de su carne y beber de su sangre” para permanecer en él (6:53-58). ¡No es la mejor estrategia evangelística, Jesús! De hecho, este último sermón ofendió a los judíos, haciéndolos refunfuñar y discutir con él y entre sí (6:41-42, 52, 61). La mayoría lo abandonó en ese mismo momento debido a tan “dura enseñanza” (6:60, 66).
Es casi como si la estrategia de Jesús fuera no tener el mayor número de seguidores. Parece que solo quería a los pocos que estaban dedicados a conocerlo completamente y llegar a ser como él. Después de todo, de eso se trataba la controversia, ¿no? Las masas preferían satisfacer sus necesidades físicas mientras Jesús les ofrecía algo mucho más profundo: intimidad y transformación espiritual de adentro hacia afuera. “No nos interesa”, dijeron muchos de ellos. “Queremos panes y peces”.
Antes de culpar a las multitudes volubles, nos conviene examinar nuestros propios motivos. ¿Pedimos a gritos “pan” cuando Jesús anhela darnos de sí mismo? ¿Preferimos la gratificación instantánea y nuestras necesidades inmediatas satisfechas mucho más que su presencia permanente?
Oración: Jesús, tú eres el pan de vida. He pensado tener hambre de muchas cosas insignificantes, pero nada puede satisfacer como tú. Aliméntame y enséñame lo que significa comer y beber de tu presencia. Proclamo ahora, enfáticamente, como lo hizo Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna” (6:68).
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