Betsabé

Escrito por: Frederick Buechner / Trad. por: Ariadna Romero

betsabe[1]Cuando el Rey David estaba recostado en su lecho de muerte y ella estaba ahí junto a todos los demás para reconvenirlo por su decisión sobre la sucesión, él aún recordaba la primera vez que la vio. Apenas había terminado la última batalla de la guerra contra los sirios, y su victoria le había dejado un sentimiento de desilusión. Bebió mucho durante el almuerzo y después subió a tomar una larga siesta. Era casi el crepúsculo cuando despertó. El palacio estaba extrañamente silencioso, y él se sintió inusualmente solemne y tranquilo dentro de su propia piel. Por alguna razón, no había sirvientes cerca, nadie que le recordara que él era el rey ungido, el general victorioso, todas esas cosas. Se bañó, se preparó una bebida, y tan solo con una toalla alrededor de la cintura, caminó hacia la terraza del techo, desde donde miró hacia abajo por encima del parapeto, en una especie de trance.

Si todo el ejército sirio se hubiera levantado en armas y vestido sus armaduras, David simplemente habría notado su presencia y pasado de largo. Había un bayo castrado atado a un árbol, barriendo las moscas con el rabo. En la corte de los sirvientes, una cisterna había desbordado en los adoquines dejando un charco la forma de Asia. Más allá de la muralla, una chica desnuda de pie en una alberca poco profunda, echándose agua sobre los hombros con una concha. De forma casual miró a la chica, pero la vio como si tuviera que tenerla a cualquier precio, y el precio sería exorbitante. El asesinato de su esposo, la muerte de su primer hijo  – como actores esperando su llamado- las consecuencias fatales acechaban escondidas en las alas.

Mucho tiempo después, cuando el frio estaba en los huesos de David, sacudiendo sus perlas, Betsabé llegó a asediarlo con preguntas sobre Salomón, él apenas podía mirarla ahí donde estaba sentada a un lado de su aposento, pero en cambio, si podía verla brillando en la penumbra como una pera, como la había mirado la primera vez hacía tantos años, desde su techo, con un vaso en la mano. Elevándolo a la altura de sus ojos, se lo bebió de un solo trago como si fuera un brindis, pero fue solo en su lecho de muerte que pudo comprender el por qué.

No era solo por Betsabé por quien había brindado, o por la perspectiva de una vida feliz juntos, sino por una perspectiva mucho más distante. David había estado bebiendo –se dio cuenta- por el hijo de su hijo de su hijo mil años después, por quien solo podría  orar para que encontrara en su corazón un pensamiento bondadoso acerca de la hermosa mujer y el imprudente rey, que había sido tan inconsciente, y el responsable de su nacimiento en un establo muchos años atrás, y de su muerte a las afueras de las murallas de la ciudad.

2 Samuel 11-12

Originalmente publicado en Peculiar Treasures y después en Beyond Words

http://frederickbuechner.com/page-group/landing/quote/quote-bathsheba

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