Cuenta Una Buena Historia Cuando Predicas/Enseñas – Parte 1 de 2

Escrito por: Mary S. Hulst. Trad. por: Yadira Morales

Cómo enseñar de una manera que conecte, impulse y construya confianza.


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Mis hijastros entran empujando la puerta después de ver una película con su padre. Están riendo, hablando y citando líneas de la película mientras exploran la alacena para comer algún aperitivo.

«¿Como estuvo la película?»

«¡Estuvo realmente buena! Muy divertida.»

Entonces hago esta pregunta: «¿De qué se trataba?»

Por lo general, ellos hacen una narración del relato “jugada por jugada,” uno de ellos hablando encima del otro para aclarar un punto en la trama. Me hablan de los actores, de los carros y de las partes divertidas. Me dicen quién ganó en el final y si este era mejor que el otro que era un poco como este pero que protagonizó ese otro tipo. Por supuesto todo esto se dice a través de bocados de queso cheddar y patatas fritas de crema agria.

Nunca, en todas las veces que me han hablado de películas, ¿alguna vez me miraron y me dijeron: «No puedo recordar. Había un tipo, y tal vez era un detective o algo así, y tenía un coche. Algo estalló. No lo sé.»

Siempre lo saben. Siempre pueden recordar. Siempre pueden decirme. Ese es el poder de una historia. Podemos recordar una película porque alguien nos está contando una historia. La historia comienza con personas que necesitan algo, o algo les sucede, o existe la promesa del amor, la amenaza de la extinción global, o una batalla épica entre el bien y el mal. La historia se desarrolla a medida que los personajes responden a lo que venga en su camino. Una buena historia nos atrae porque queremos saber cómo resulta: ¿El acusado cometió el crimen? ¿Los alienígenas destruyen la vida en la tierra? ¿La chica encuentra el amor?

Nuestro desafío como predicadores y maestros es que casi todos los que nos escuchan saben cómo se desarrolla la historia. Dios está en voz baja y sutil. El muchacho mata al gigante. Jesús cura al ciego. Tomás profesa la fe. Pablo, una vez más, le dice a la gente qué hacer. Bostezo. ¿Por qué nuestra gente debe seguir escuchando si saben cómo esto va a terminar? Hay un problema. Dios lo resuelve. Toma la ofrenda.

Necesitamos crear tensión, o tenemos que reconocer la tensión que ya existe. Porque aunque la mayoría de nuestros oyentes saben cómo resultan las historias bíblicas, no saben cómo están saliendo sus historias. No pueden leer hasta el final de sus libros. Todos nosotros, predicadores y asistentes, escuchamos las palabras de la Biblia y pensamos: ¿Es esto cierto? ¿Es importante? ¿Me sucederá a mí?

Esa es la tensión. ¿Es esta verdad para mí? ¿Es Dios el Dios real para mí? ¿Mis pecados están realmente perdonados, y cómo puedo saberlo? ¿Realmente importa una vida de obediencia cuando me está costando tanto?

Y ahí está nuestro anzuelo. Todos entran en la iglesia esperando, orando, pidiendo que algo que se diga o se cante les ayude, los consuele, los asegure, y a veces los desafíe, los condene o los empuje. Para decirlo simplemente: quieren verse ellos mismos en la historia.

Este artículo continuará en la siguiente entrada.

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