Por Brannon Hancock
La época de Adviento—una palabra que significa llegada—es una época de espera.
“¡Casi no podemos esperar! / Por favor no llegues tarde, Navidad.” Muchos de ustedes pueden escuchar esta canción en su cabeza inmediatamente, ¿verdad? Esas voces de ardilla cantando la canción de navidad que amamos odiar. Esta canción es un ejemplo trillado (¡y fastidiosamente persistente!) del enfoque de la cultura secular hacia el consumismo navideño. Pero para los cristianos con ojos para ver y oídos para oír, puede servir como un recordatorio de que la época de Adviento—una palabra que significa llegada—es precisamente una época de espera, de anticipación, y preparación para el Gran Día, el día después, cuando nada fue igual.
Nuestra cultura practica esta anticipación, incluso mientras perdemos el enfoque. Las decoraciones navideñas llenan los estantes de las tiendas después de Halloween (y aparentemente antes de esta fecha cada año). Las estaciones de radio comienzan su programa navideño tan pronto como termina Acción de Gracias. Los niños en la escuela comienzan a ensayar “canciones navideñas” para finalizar sus programas semestrales. Las ventas de Black Friday (o viernes negro) y el Cyber Monday (o lunes cibernético) llaman la atención de los consumidores, y los cupones y ventas continúan incluso hasta el día antes de navidad para los procastinadores.
Si tienes hijos o si has estado alrededor de alguna pareja preparando la bienvenida de un bebé al mundo, has experimentado esto. Recibimos las grandes noticias. Después esperamos. Comenzamos a prepararnos. Pintamos las paredes y decoramos la habitación del bebé, la emoción crece. Compramos una cuna y la ensamblamos. Y esperamos. Leemos libros para padres con títulos como “Qué esperar cuando se está esperando”…y esperamos. Esas últimas semanas parecieran durar para siempre. Y esperamos. ¡Imagina lo que María y José deben haber sentido!
El tiempo sigue deslizándose hacia el futuro
El adviento debe ser considerado en el contexto del calendario cristiano para ser completamente valorado. El calendario cristiano, también llamado calendario litúrgico o el año cristiano, es un patrón a través del cual la Iglesia narra la historia del Dios que estaba en Cristo. Mientras algunas iglesias han seguido este patrón por siglos, muchas congregaciones evangélicas están empezando a (re)descubrir y abrazar el calendario cristiano, y lo han encontrado enriquecedor para su adoración y discipulado. Es simplemente una manera más en la que podemos “contar la antigua, antigua historia de Jesús y su amor.”
El calendario cristiano no está preescrito en la Biblia, y no fue transmitido por decreto divino con el mandato de que servilmente nos sometiéramos a él. Pero es bíblico y fue transmitido a través de la Iglesia que llamamos “única, santa, universal y apostólica,” la cual mediante el Espíritu Santo, nos dio nuestra Biblia.
La Escritura revela que Dios dio el tiempo como un buen regalo. De acuerdo con el relato de la creación en Génesis 1, en el cuarto día, Dios declara: “¡Que haya luces en el firmamento que separen el día de la noche; que sirvan como señales de las estaciones, de los días y de los años, y que brillen en el firmamento para iluminar la tierra… .”
El tiempo tiene un propósito, y ese propósito tiene que ver con la manera en cómo adoramos y cómo observamos el tiempo sagrado.
En la Escritura, encontramos amplia evidencia de la idoneidad de los días sagrados, celebraciones religiosas, ayunos, rituales, y ritmos, particularmente en la adoración del pueblo de Israel. Sin embargo, a mayor escala, vemos que esa historia relatada a través del calendario cristiano es la historia de la Biblia—la historia de la obra salvadora de Dios a través de los siglos.
El calendario cristiano es una manera en que la Iglesia ha procurado “dar la hora” como el tiempo de Dios. Para los cristianos, 1º de enero no es un día significativo; es simplemente ¡el octavo día de Navidad! Cuatro domingos antes de Navidad, el primer domingo de Adviento, realmente es “Día de Año Nuevo” para la Iglesia. Después caminamos a través de Navidad y Epifanía antes de entrar a la época de Cuaresma. Durante Cuaresma nos unimos a Jesús en sus 40 días de ayuno en el desierto en preparación para sus años de ministerio terrenal. Buscamos acercarnos más a Dios purificando nuestras vidas, arrepintiendónos de nuestros pecados, y preparando nuestros corazones para experimentar los eventos de Semana Santa.
Los días entre el domingo de Ramos y el domingo de Pascua o Resurrección pueden llevarnos en una montaña rusa de emociones mientras caminamos a través de los días finales de Jesús: la Última Cena, el Getsemaní, su arresto y crucifixión, nos dirigimos a la Ascención de Cristo al Padre (40 días después de la Pascua), y la venida del Espíritu Santo en el Pentecostés (50 días después de la Pascua), seguido de la larga época conocida como Tiempo Ordinario, durante la cual nos enfocamos en cómo Dios ha trabajado en la vida y la misión de la Iglesia.
*Este artículo continuará en la siguiente entrada.
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