Por David Busic
Hace algunos meses, pasé la tarde con Junior y Jaci Rodrigues. Ellos son nazarenos, plantadores de iglesia, y han ayudado a formar cinco congregaciones. Aunque ambos son de Brasil, ellos han plantado y están pastoreando una iglesia en Argentina. La ciudad donde su iglesia está ubicada es un terreno difícil. Es la capital académica del país y el hogar de muchas universidades. Siendo muy secular y posmoderna, la ciudad está más alineada con Norteamérica y la Europa occidental que con otros lugares de Sudamérica. Un porcentaje elevado de la población son ateos y agnósticos. Ellos son la única iglesia evangélica en todo el vecindario urbano.
El templo está ubicado en un vecindario semicomercial, cerca de muchos apartamentos y casas pequeñas. Ellos pudieron comprarlo a un buen precio porque durante muchos años fue una clínica ilegal de abortos. El propietario de la clínica falleció en la clínica y por varios meses no pudieron encontrarlo. Por lo tanto, muchos en el vecindario creen que el edificio tiene una maldición. La iglesia se reúne en el primer piso y los Rodrigues viven en el segundo piso junto a sus dos hijos. La congregación está creciendo y están teniendo un impacto del Reino entre sus vecinos.
En la parte trasera del edificio hay un pequeño patio. Ahí hay un árbol de melocotón que nunca antes había dado fruto. Sin embargo, después de que ellos se mudaron, el árbol de melocotón de repente comenzó a dar melocotones. ¡Muchos, muchos melocotones! Tantos que, de hecho, era muy difícil mantenerlos fuera del suelo y un número considerable de melocotones comenzó a caer en el patio trasero de la vecina. Un día su vecina vino a visitarlos. Jaci la invitó a entrar y dijo “Estoy segura que usted está aquí por los melocotones que están cayendo en su patio. Lo sentimos mucho. Con gusto podemos ir y limpiar por usted.”
La vecina respondió: “Estoy aquí por los melocotones, pero no porque estoy molesta. Tengo curiosidad y tengo una pregunta. Por los últimos 20 años he vivido en la casa de al lado. Esta casa ha sido una clínica de abortos y ese árbol de melocotón ha estado muerto. No había dado fruto – ni un solo melocotón. Pero, cuando ustedes se mudaron con su iglesia, de repente revivió y empezó a dar fruto. Quiero saber, ¿qué pasó? ¿acaso hechizaron al árbol?”
Jaci estaba sorprendida pero preparada. “No,” le dijo, “No hay ningún hechizo. Todo lo que puedo decirle es que este lugar era un lugar de oscuridad y muerte, pero ahora es un lugar resplandeciente, de luz y vida. Supongo que esa es la razón por la cual ¡Dios está bendiciendo nuestro árbol de melocotón!”
La vecina quedó intrigada y comenzó a asistir a la iglesia. Hoy ella es una nueva cristiana y está creciendo en su fe.
Esta asombrosa historia me recuerda cuando Jesús les habló a sus discípulos sobre cómo ser fructíferos misionalmente: “Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada… [pero] si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá.” (Juan 15:5,7 NVI).
El Pastor Junior y Jaci Rodrigues están esperando, confiando y permaneciendo en Cristo Jesús. Cristo en ellos está trayendo luz y vida a lugares oscuros. Fue un privilegio para mí ordenarlos como presbíteros de la Iglesia del Nazareno.
En el sermón inaugural de la capilla del Seminario Teológico Nazareno, el Superintendente General J. B. Champan desafió a la facultad y a los estudiantes con una misión clara: “Más predicadores – mejores predicadores.” Siempre me ha gustado esa frase. Me gustaría sugerir un pequeño cambio a la frase y convertirla en una oración. Qué pasaría si todos nuestros fuertes misionales, cada iglesia local, tuvieran una declaración similar: “Más melocotones – mejores melocotones.”
Más fruto – mejor fruto. Que así sea para todos nosotros.
qué hermoso es ser testigo de cuando la luz de Jesucristo llega a resplandecer a lugares donde antes había oscuridad y todo florece….