Hace pocos meses, el Dr. Rubén Fernández publicó en el sitio web de recursos teológicos: Didache un ensayo sobre el discipulando dentro del contexto de la Región Mesoamérica. Lo considero una reprensión audaz y perspicaz de nuestro liderazgo y metodología actual (me incluyo en tal distinción). Abajo he provisto un extracto de ese artículo que espero que encuentren retador. El documento completo se puede descargar aquí.
Necesitamos un mayor compromiso con la vida de santidad. Como discípulos de Cristo necesitamos luchar contra los deseos de la carne que quieren imponerse a los del Espíritu. Deseos que nos llevan a acomodarnos, a evitar situaciones o confrontaciones que puedan causarnos daño, a creer que tenemos derecho a “disfrutar la vida” haciendo la vista gorda al pecado y el sufrimiento que nos rodea.
Tenemos que practicar un discipulado bíblico y cristocéntrico que movilice a la iglesia a servir al mundo.
Hoy, para muchos cristianos (tanto católico romanos como evangélicos), la cruz es simplemente un elemento que forma parte de su vestimenta o una suerte de amuleto protector de su casa o vehículo. Jesús murió por nuestros pecados. Eso es cierto. Pero también es igualmente cierto que Jesús murió por confrontar a la corrupción del poder. El ministerio de Jesús era realmente transformador, contracultura y revolucionario y por lo tanto, altamente peligroso.
Un discipulado bíblico y cristocéntrico debería sacudir a la iglesia de su estado de comodidad y sacarla de su “cielo espiritual” para llevarla a servir a la gente transformando sus comunidades.
Los jóvenes están esperando una iglesia militante, disconforme, reaccionante. Estamos perdiendo a las nuevas generaciones que rechazan a una iglesia interesada en mantener las cosas como están.
¿Qué tanto le enseñamos a la gente lo que significaría tomar la cruz hoy? Ser radicales implicará denunciar la violencia, defender al atacado injustamente, ponerse del lado de los más débiles, los niños, los adultos mayores, los desprotegidos, etc.
¿Cuál es el precio que una persona paga por eso? No va a tener más dinero, ni ganarse amigos. Al contrario. Probablemente estará “en la mira” de las maras centroamericanas, los carteles de droga o de la trata de personas en México, la policía corrupta, los jueces comprados o los políticos inescrupulosos en casi todas partes. Poniéndonos en el lugar de aquellos hermanos y hermanas que han sido victimados y otros que viven bajo amenaza hacia sus familias, sería difícil creer que nuestra “voz profética” pudiera lidiar con eso.
Juan Wesley decía “el mundo es mi parroquia”. ¿Cómo podemos movilizar a cada nazareno y nazarena, para que lleve con dignidad su cruz, para que responda a su llamado personal y se involucre activamente en la transformación de ese lugar del mundo donde Dios le envía a servir?
Mi observación en Mesoamérica es que el liderazgo de la iglesia evangélica en términos generales es de modalidad conformista. Lo que hacemos bien es preservar el estatus quo. No desarrollamos un verdadero discipulado en el camino de la cruz. No hacemos liderazgo transformacional real, como el de Jesús; solo ponemos vendas en las heridas (y no es que eso esté mal, pero ¿será suficiente?). Hay algunos de los países de nuestra región como por ejemplo en Centroamérica, en donde el porcentaje de evangélicos es alto y creciente, pero con un minúsculo impacto en el cambio de la sociedad.
El arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, quien fuera asesinado a sangre fría en plena misa en 1980, dijo en una homilía un año antes de su muerte: “Una predicación que no señala el pecado no es una predicación del evangelio… Cuando la Iglesia oye el llanto del oprimido no puede sino denunciar las estructuras sociales que alimentan y perpetúan la miseria de la cual proviene el grito.”
¿Cómo vemos los nazarenos el involucramiento de los miembros de nuestra iglesia en carreras políticas? ¿Qué mensaje estamos comunicando a nuestros miembros acerca del valor de invertir la vida en profesiones relacionadas al servicio y la administración pública?
¿Cómo podemos cambiar el paradigma existente todavía en muchas iglesias de que la única manera de servir a Dios es por medio de la profesión pastoral o el liderazgo intraeclesial?
¿Cómo podemos cambiar de ser formadores de líderes eclesiales a ser formadores de líderes para nuestro contexto y realidad actual?
***Dr. Rubén Fernández es Rector del Seminario Nazareno de las Américas (SENDAS) en San José, Costa Rica.
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